Miguel Ángel Buonarroti
Miguel Ángel Buonarroti Fue un artista, escultor, pintor, arquitecto y poeta sin igual; su genio se expresó en obras maestras que continúan fascinando y conmoviendo al público de todo el mundo.
Desde el monumental “David" a lo sublime Capilla Sixtina, de la arquitectura de Cúpula de San Pedro Además de la intensa poesía de sus sonetos, Miguel Ángel exploró todas las formas de arte con una maestría insuperable, elevando los límites de la belleza y la perfección a alturas nunca antes alcanzadas.
En este viaje a través de la vida de Miguel Ángel BuonarrotiNos sumergiremos en el mundo de Miguel Ángel. Descubriremos a un hombre complejo y atormentado, en continua búsqueda de la perfección. Este genio visionario captó la esencia del alma humana y la transmitió en sus obras con una fuerza expresiva sin igual.
Lugar de nacimiento de Caprese
El 6 de marzo de 1475 nació en la pequeña ciudad de Caprese un niño, al que llamaron Miguel Ángel de Lodovico Buonarroti Simoni, estaba destinado a cambiar el mundo del arte para siempre.
Su padre, Ludovico di Leonardo Buonarroti Simoni, era magistrado de la pequeña ciudad, un hombre de recursos modestos. Su madre, Francesca di Neri del Miniato de Siena, era una mujer de delicada salud pero de inmensa fuerza de carácter.
Durante su embarazo, Francesca sufrió un accidente. Fue un momento aterrador. Sin embargo, el niño nació sano; sus padres lo llamaron Michelangelo, que significa "como un angel.”
Desde temprana edad, Miguel Ángel mostró signos del genio en que se convertiría.
La muerte de la madre
En 1476, los Buonarroti decidieron regresar a Florencia, pero el pequeño Miguel Ángel quedó al cuidado de una nodriza en la cercana ciudad de Settignano, famosa por las canteras de la hermosa Pietra Serena.
El marido de la enfermera era albañil, un hombre que daba formas distintas al mármol.
En un entorno impregnado de polvo y arte, fue aquí donde Miguel Ángel tuvo sus primeros encuentros con el mármol y los maestros canteros.
Mientras crecía en Settignano, la familia de su niñera no solo lo cuidaba, sino que, sin saberlo, lo introducía al mundo de la escultura. Estas primeras experiencias dejarían una marca indeleble en él y sentarían las bases de su futuro como uno de los escultores más grandes de la historia.
Sin embargo, justo cuando Miguel Ángel comenzaba a conectarse con el mundo que lo rodeaba, ocurrió una tragedia.
Con tan solo seis años perdió a su madre. Aunque no pasó mucho tiempo con ella, su vínculo era profundo y su muerte repentina dejó un vacío insuflable en el corazón del niño, un dolor que lo acompañaría durante toda su vida.
Esta profunda pérdida, unida a las dificultades de su infancia, influyó sin duda en el carácter de Miguel Ángel, que creció introvertido y a menudo atormentado, marcado por una constante melancolía.
Sin embargo, Miguel Ángel encontró en el arte el poder de expresar su dolor, su rabia y su frustración. La escultura y la pintura se convirtieron en su forma de comunicarse con el mundo, transformando su agitación interior en obras maestras que siguen resonando hoy en día.
Un joven Miguel Ángel en el taller de Ghirlandaio
Obligado por la necesidad, Ludovico, el padre de Miguel Ángel, lo confió al cuidado de Domenico Ghirlandaio, uno de los artistas florentinos más reconocidos de la época. Así, el 28 de junio de 1487, con tan solo trece años, Miguel Ángel Buonarroti cruzó el umbral del taller del maestro.
En el taller de Ghirlandaio, Miguel Ángel se sumergió de lleno en el aprendizaje de las técnicas artísticas. Dibujaba incansablemente, estudiaba la anatomía de los cadáveres de los Hospital Santa María Nueva, y se dedicó apasionadamente a la escultura y la pintura.
Su talento innato pronto emergió, despertando la admiración de Ghirlandaio y de los demás artistas del taller.
A pesar de estos éxitos, la infancia de Miguel Ángel estuvo marcada por una profunda incompetencia. Su familia, antaño aristocrática, había caído en desgracia, privándolo de la educación clásica reservada a los jóvenes de la alta sociedad florentina.
A lo largo de su vida, Miguel Ángel intentó ocultar esta deficiencia, inventando historias sobre un “Llamado divino” al arte para justificar su educación irregular.
La obsesión por rescatar el nombre de Buonarroti y afirmar su genio artístico se convirtió en el motor de su existencia. Miguel Ángel no se conformaba con ser un simple artesano; aspiraba a alcanzar la inmortalidad a través de sus obras.
El período pasado en El taller de Ghirlandaio representó el primer paso de este ambicioso viaje. Entre olores de pintura y ruido de cinceles, Miguel Ángel sentó las bases para convertirse en uno de los más grandes artistas de todos los tiempos.
Miguel Ángel en el jardín De'Medici
Miguel Ángel pronto fue notado por Lorenzo de Médici, uno de los mecenas más influyentes de la época. Lorenzo, impresionado por el talento del joven artista, lo invitó a vivir y trabajar en su palacio, presentándole al prestigioso Jardín de San Marcos.
Este jardín era un lugar de belleza natural y un auténtico laboratorio artístico, donde Miguel Ángel tuvo acceso a las técnicas escultóricas más refinadas y a la compañía de los mejores artistas e intelectuales florentinos.
Pronto, el joven y talentoso Miguel Ángel entró en conflicto con Pietro Torrigiani, otro escultor ambicioso que fue alumno de Bertoldo, jefe y maestro de la escuela de los Medici fundada por Lorenzo el MagníficoSin embargo, en uno de sus enfrentamientos más violentos, Miguel Ángel se llevó la peor parte: Torrigiani le asestó un fuerte puñetazo que le arruinó el rostro para siempre.
En el Jardín de San Marcos, Miguel Ángel esculpió su primera obra maestra, la “Cabeza de un fauno”, que ya demostraba una asombrosa habilidad en el manejo del mármol.
Pero fue con el “Batalla de los centauros”, un relieve que representa una escena mitológica llena de dinamismo y tensión, en la que Miguel Ángel expresó plenamente su potencial creativo.
Simultáneamente trabajó en el “Virgen de la Escala,”un relieve que combinaba la gracia de las figuras clásicas con una intensidad emocional profundamente personal.
Estas obras consolidaron su reputación de joven prodigio y marcaron el inicio de una carrera que cambiaría el mundo del arte para siempre.
Ya se puede apreciar la técnica innovadora de Miguel Ángel, que empuja el cincel mucho más allá de la superficie del mármol. En cambio, otros escultores prefieren acercarse solo con la escofina por miedo a dañar la obra.
Por el contrario, Miguel Ángel se atreve a ir más allá, arriesgándose a comprometer toda la escultura con un golpe demasiado decisivo. Esta audacia, esta capacidad de ir más allá de los límites, hace que su técnica sea única y lo distingue de otros artistas de su tiempo.
Miguel Ángel Buonarroti Escape de Florencia
Miguel Ángel permaneció en la Corte Magnífica hasta 1492, De Lorenzo de' Medici muerte. Poco después, Florencia atravesó un período de importante inestabilidad política, agravada por el ascenso de Girolamo Savonarola, un fraile dominico que predicó la reforma moral en la ciudad y que, tras la expulsión de los Medici, se convirtió en una figura de creciente influencia.
Sintiendo el peligro, el joven Miguel Ángel decidió refugiarse en Bolonia, donde permaneció el tiempo necesario para que se calmaran las turbulencias políticas en Florencia. Durante su breve estancia en Bolonia, esculpió algunas obras, entre ellas la “San Procolo" y "San Petronio”, demostrando su extraordinario talento y capacidad de adaptarse a nuevos retos artísticos.
Miguel Ángel regresa a Florencia
En 1495, Miguel Ángel regresó a una Florencia todavía inestable, una ciudad que ya no reconocía como suya, y se sintió perdido. Sin embargo, no se dejó desanimar y reanudó la escultura, creando una “Cupido durmiente” con tal maestría que logró engañar al Cardenal Giorgio Raffaele Riario, quien adquirió la obra por 200 ducados, creyendo que se trataba de una antigua escultura romana.
Cuando el cardenal descubrió la verdad, quedó tan impresionado por el talento de Miguel Ángel que lo invitó a Roma, abriendo así una nueva fase en la carrera del artista.
Roma, un centro de arte y cultura muy activo, le ofreció la oportunidad de mostrar su extraordinario talento. Su primer encargo importante le llegó del poderoso cardenal Riario, quien, impresionado por los trabajos anteriores de Miguel Ángel, le encargó una estatua de Baco.
Sin embargo, la obra sólo satisfizo parcialmente al cardenal, que la encontró por debajo de sus expectativas.
Ante el fracaso de este proyecto, Miguel Ángel no se dejó desanimar y aprovechó esta experiencia para perfeccionar aún más su arte y centrarse en nuevos retos artísticos.
El renacimiento de Miguel Ángel Buonarroti en Roma
Poco después, se le encomendó la creación de la Piedad, obra que obtuvo reconocimiento mundial, consolidando su condición de genio artístico y allanando el camino para futuros encargos de gran prestigio.
La Piedad de Miguel Ángel es una de las esculturas más famosas y admiradas del mundo, creada entre 1498 y 1499Representa la La Virgen María sosteniendo el cuerpo sin vida de Jesucristo en su regazo.
Una de las características más sorprendentes es la representación de María como una mujer joven, casi de la misma edad que Jesús. Esta elección artística subraya el aspecto humano del dolor y la profunda emoción de la madre ante la muerte de su hijo.
Las figuras están esculpidas con proporciones ideales, realzando la belleza y perfección del cuerpo humano.
Los rostros de María y Jesús expresan un dolor profundo e intenso pero, al mismo tiempo, una serenidad casi mística.
La obra está realizada a partir de un único bloque de mármol blanco, elaborado con una maestría técnica que ha despertado la admiración de generaciones de artistas.
David: la obra más famosa del mundo
Después del triunfo de la Piedad, Miguel Ángel Buonarroti regresó a Florencia, donde su fama lo precedió. En 1501, le encargaron una de las obras que definirían su carrera: David.
Esta colosal estatua de mármol, de más de cinco metros de altura, se convirtió rápidamente en el símbolo de la República Florentina y su resistencia a las amenazas externas.
David no sólo representaba la incomparable habilidad técnica de Miguel Ángel, sino también su profunda comprensión de la anatomía humana y su capacidad de insuflar vida y tensión emocional a la piedra.
La obra, finalizada en 1504, consolidó aún más la reputación de Miguel Ángel como el mayor escultor de su tiempo, atrayendo la atención de mecenas influyentes, entre ellos Papa Julio II, quien pronto lo llamaría a Roma para emprender proyectos aún más ambiciosos, como los frescos de la Capilla Sixtina.
La Capilla Sixtina
Habiendo llegado a Roma a las El Papa Julio II Por invitación de Miguel Ángel, se enfrentó al desafío más imponente de su carrera: los frescos de la bóveda de la Capilla Sixtina. Este proyecto monumental, iniciado en 1508 y completado en 1512, exigió al artista superar los límites de su experiencia, siendo ante todo escultor.
Trabajando en condiciones extenuantes, a menudo tendido en andamios a varios metros de altura, Miguel Ángel creó una obra maestra que influiría en el arte occidental durante siglos. La bóveda de la Capilla Sixtina presentaba escenas bíblicas de extraordinaria complejidad y belleza, incluida la famosa “La creación de Adán.”
La obra demostró la versatilidad de Miguel Ángel como artista y reveló su profundo conocimiento teológico y su capacidad para traducir conceptos espirituales en imágenes de poderoso impacto visual. La escala y la ambición de esta obra no tenían precedentes, con más de 300 figuras pintadas en una superficie de más de 500 metros cuadrados.
Este período también marcó el inicio de una relación compleja y a menudo tumultuosa con la Iglesia y sus mecenas, que caracterizaría gran parte de su carrera posterior.
Proyectos demasiado ambiciosos: La Tumba de Julio II
Tras finalizar los frescos de la Capilla Sixtina, Miguel Ángel se dedicó a proyectos ambiciosos, alternando encargos papales y trabajos para clientes privados. Uno de los proyectos más significativos de este período fue la tumba de Papa Julio II, una hazaña que lo perseguiría durante décadas.
Concebida inicialmente como un gigantesco monumento con más de 40 estatuas, la tumba sufrió numerosas revisiones y retrasos. Este proyecto, que Miguel Ángel llamó el “tragedia del entierro”, se convirtió en una fuente de frustración y conflicto con los herederos de Julio II. A pesar de las dificultades, el artista creó algunas de sus obras más famosas para esta tumba, incluida la poderosa “Moisés.”
Además, este proyecto monumental nos dejó un legado inesperado: una serie de estatuas inacabadas, conocidas como “Prisioneros" o "Esclavos”, que podemos admirar hoy en día en el Galería de la Academia de Florencia.
Estas esculturas, que se dejaron deliberadamente inacabadas, ofrecen una visión única del proceso creativo de Miguel Ángel y se consideran entre sus obras más apasionantes y misteriosas. Las figuras, que parecen surgir de la piedra en bruto, encarnan la lucha del alma por liberarse de la materia y se convierten en poderosos símbolos de Miguel Ángel visión artística y su concepción de la escultura como liberación de la forma del bloque de mármol.
El juicio final
En 1534, Papa Pablo III le encargó pintar el “Juicio Final”, otro fresco monumental para la pared del altar de la Capilla Sixtina. Esta obra, terminada en 1541, mostró una madurez artística y una profundidad emocional aún mayores que sus obras anteriores.Juicio Final" atrajo admiración y controversia por su representación audaz y a menudo desnuda de figuras bíblicas.
Durante este período, Miguel Ángel también se involucró cada vez más en la arquitectura. 1546, fue nombrado arquitecto jefe de Basílica de San Pedro, un papel que conservaría hasta su muerte. Su diseño para la cúpula de San Pedro se convirtió en uno de sus legados arquitectónicos más perdurables e influyentes.
Los últimos años
En los últimos años de su vida, Miguel Ángel se centró principalmente en la arquitectura y la poesía, lo que demuestra la amplitud de su genio creativo. Su obra en Basílica de San Pedro Siguió siendo el centro de sus esfuerzos arquitectónicos, aunque también se dedicó a otros proyectos importantes en Roma.
Entre ellos, el diseño de la Plaza del Campidoglio y la transformación de la Termas de Diocleciano dentro del Basílica de Santa María degli Angeli mi de los Mártires Destacan. Estos diseños demostraron su capacidad para fusionar la estética clásica con innovaciones estructurales y espaciales, influyendo profundamente en el arte tardío. Arquitectura renacentista y barroca.
Paralelamente a su obra arquitectónica, Miguel Ángel se dedicó a la escultura y a la poesía con creciente intensidad.
Sus últimas esculturas, como la “Piedad Rondanini”, que quedó inacabada a su muerte, mostró una evolución estilística hacia formas más abstractas y espirituales, anticipándose a las tendencias artísticas que se desarrollarían siglos después.
Su producción poética de este período, principalmente sonetos y madrigales, revela una profunda introspección y reflexión sobre la mortalidad, el amor y la fe. Inicialmente compartidos sólo con amigos cercanos, estos versos se publicarían póstumamente, revelando otra faceta de su genio polifacético.
La última semana de Miguel Ángel
La última semana de la vida de Miguel Ángel Buonarroti estuvo marcada por la contemplación serena. El gran artista, agotado ya por la edad y una misteriosa enfermedad, pasaba los días reflexionando sobre su extraordinaria existencia. Sus ojos, antaño ardientes de pasión, ahora estaban nublados por la melancolía, y sus manos, creadoras de obras inmortales, temblaban de cansancio.
A pesar de su declive físico, Miguel Ángel mantuvo su mente lúcida. Compartía con sus amigos sus pensamientos más profundos sobre el arte, la belleza y la fugacidad de la vida. Sus palabras, llenas de sabiduría, revelaban una serena aceptación del fin inminente.
Miguel Ángel exploró el tema de la muerte en su poesía, a veces expresando el temor al juicio divino y otras veces encontrando consuelo en la fe. Ahora, frente a lo inevitable, mostró el mismo coraje que lo había distinguido durante toda su vida.
En 18 de febrero de 1564, en 88, Miguel Ángel falleció. Sus últimas palabras, dirigidas a su amigo Daniele da Volterra, fueron un susurro lleno de cariño: “Oh Daniello, estoy condenado; por favor, no me abandones..” Junto a su cama, además de Daniele, estaba Tommaso de' Cavalieri, su amado confidente, y poco después, su sobrino favorito. Leonardo Buonarroti Llegó, llamado urgentemente desde Roma.
Así terminó la vida de una leyenda, un hombre que dedicó toda su energía a crear belleza, dejando un legado artístico que sigue inspirando al mundo.
Miguel Ángel: La mente del maestro
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